lunes, 8 de octubre de 2007

El Diario de un Perro...


Camino la vida sin prisa sólo pensando en lo duro que ha sido para mí desde que nací. No sé quiénes son mis padres, no tengo familia, sólo somos el mundo y yo. Nada más que eso. Soy una partícula microscópica del gran átomo que es el universo. Cuando voy por la calle la gente me grita, me desprecia, sin saber que me hieren y algunas veces sabiendo también.

Maltratos, patadas, palazos y hasta un carro me ha atropellado. Y ¿a quién le importa? Pues a nadie. Nadie sabe que existo únicamente Dios. Pero eso me basta. Si aun sigo vivo es porque Él lo quiere así y entonces no pierdo energía para seguir. He pasado mucha hambre sólo soy huesos y pellejo, cojeo de una pata por el accidente, y nadie se apiada de mí. Simplemente me ahuyentan cuando busco ayuda, la gente no me entiende, no es mi culpa Dios quiso que fuera así, quién soy yo para juzgarlo solamente me queda aceptar mi vida.

Desde que amanece comienza mi lucha constante para seguir viviendo. No aguanto la picazón ¡no sé qué será! me rasco y me rasco pero no se me quita. Quizás es falta de un buen baño, algo imposible para alguien como yo que únicamente me queda esperar que caiga la lluvia. Tengo hambre, escarbo en la basura y sólo consigo un escobazo en el lomo, “para que no tocara eso”. ¿Por qué importa tanto la basura si al final la botas? ¡Claro, ya entiendo! es que simplemente no le caigo bien, nada raro en mí. Siempre pasa igual. Hoy un niño me dio algo de comer, seguramente lo envió Dios, el nunca me deja solo.

Cae la noche y comienza mi búsqueda desesperada por conseguir un lugar donde dormir. No es fácil, una vez más demuestran desprecio por mí, y no entiendo porqué son tan duros conmigo, yo no elegí ser así. Doy vueltas y vueltas. De donde no me corren, los lugares están ocupados. Finalmente cansado consigo donde dormir, el piso rústico y el frío de la noche no son una buena combinación, a duras penas descanso.

Amanece y comienza la misma rutina, probablemente sea hasta el día de mi muerte. Quizás mi muerte sea hoy. Igual me levanto alegre de estar vivo, aunque llevo una gran cruz sobre mi lomo, que cada día se torna más y más pesada.

Sí, soy un perro callejero ¿y qué? vivo la vida con orgullo, no me avergüenzo de lo que soy, y aunque algunos me desprecian sólo logran fortalecerme para ser cada día más optimista.


Nunca dejes de luchar en la vida, alimenta tu espíritu y tu mente y ahí encontraras las repuestas que necesitas para seguir viviendo. Vive cada día como que fuera el último. Sólo Dios sabe el porqué de las cosas que nos da y lo que nos queda es aceptarlo como un aprendizaje de vida. Como dice un dicho, viejo pero muy cierto: Dios aprieta pero no ahorca. Vive y deja vivir…